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Monday, July 2, 2012

Garden Party / Fiesta inglesa

`[500 words for New Zealand Flash Fiction Day: http://thewrite-in.blogspot.co.uk/]


Rain falls in even musicality on the High Street, white noise to the thunderous clattering of
bottles under dawn’s borrowed window. Female voices carry up from the yellow kitchen.
Three old women, each a decade apart, are having tea in dressing gowns.
She will not give them another decade.

Charlotte waits for her at the lush, hidden end of the garden, behind the radishes and
bamboo shoots. They have juice, a large pot of coffee and a basket of French croissants.
There are jars of homemade marmalade.
Birds flit in and out of the tall, fat cypress tree.
‘Like an apartment building,’ Charlotte says, ‘in and out all day. Off to work, bring home the
worm, off again.’

Aiming for a bohemian look to tend Charlotte’s gallery, she carefully puts on the clothes
selected days ago from the closet at home, and lines her eyes in black.

Downstairs, the front parlour is now a sanded floor with one overstuffed armchair and a
square wooden table recovered from a dumpster. Sunlight streams through the front window
and lies in panes on the floor, across an unframed print.
She softshoes the length of the walls, studying the paintings, formulating gallerista
commentary, then settles into the armchair and boots up the laptop. Behind her, in a corner
of the floor between the radiator and a brightly-painted end table, sits the radio Charlotte
has tuned to the Bloomsday broadcast.

Stately plump Buck Mulligan.

At the other end of the afternoon she is called to photograph the table. Candlesticks line up
as one, divide the table into repeating images of mirrored, sparkling wine glasses.

Her name tag is placed exactly where she would have changed it to, were she that kind of
guest, that kind of person.

She strikes up a conversation with a tall beauty who is far too young for this party.
Rather than confess ‘I have no idea what to do with my life,’ as she might have, certainly
must have, the young woman says earnestly, almost forgivingly, ‘I’m searching for a way to
express myself.’
‘What is it you love best?’ she asks, offering her only advice.
‘That’s just it,’ comes the answer. ‘That’s where my research is taking me right now.’
A smile flashes and fades as the dinner bell rings.

She finds, in conversation, that smooth, rational logic rolls off her tongue in perfect,
reasonable sentences. The future Nobel laureate to her right nods thoughtfully.

Ruby Tuesday plays in the corner cleared for dancing when she rises to join. Couples lean in,
wrap their arms around each other. The Rock Star unbuttons, then abandons his shirt.
Three middle-aged men follow suit.

She sits quietly in the darkness of the gallery, the rain putting an unironic end to the deep
night. She is not huddled and puking in the gutter.
She sits in the artist’s armchair, hardly noticing as her head begins to loll and she fades to
black saying yes I will Yes.

  --- Bloomsday, 2012 ---


Fiesta inglesa

Cae la lluvia en High Street con una musicalidad acompasada, un ruido blanco tras el
estrépito de botellas recolectadas al alba debajo de su ventana prestada. Sube un murmullo
femenino de voces desde la cocina de puertas amarillas. Tres ancianas, ninguna de la
misma década, toman el té en bata.
Ella no piensa añadir una década más.

Charlotte le espera en el lado escondido y exuberante del jardín, entre rábanos y brotes de
bambú. Comparten zumo, una cafetera enorme y una cesta llena de cruasanes franceses.
También hay tarros de mermelada de la abuela.
Los pájaros revolotean en las alturas de un gran ciprés.
-Como si fuera un bloque de pisos –dice Charlotte –van entrando y saliendo durante el día
entero. Salen a trabajar, traen la lombriz, salen de nuevo.

Con pretensiones de bohemia digna de atender a la galería de Charlotte, se viste
cuidadosamente con la ropa que seleccionó hace dos días, y perfila de negro los ojos.

Escaleras abajo, lo que había sido comedor es ahora un espacio de suelo lijado con un sillón
mullido y una mesa cuadrada de madera, recuperada de un contenedor. La luz del sol entra
a raudales por la ventana principal y cae en recuadros en el suelo, atravesando una
reproducción sin enmarcar.
Ella ejecuta un suave bailoteo a lo largo de las paredes, estudiando los cuadros, formulando
comentarios de galerista, para acabar sentándose en el sillón y arrancando el portátil. A su
espalda, en un rincón del suelo entre el radiador y una mesita de pintura alegre, está la radio
que Charlotte ha sintonizado en el programa de Bloomsday.

Solemne el gordo Buck Mulligan.

Para iniciar el lado festivo de la tarde, es llamada a fotografiar la mesa. Las velas quedan en
una línea perfecta, como si fueran una sola. La mesa está dividida así en imágenes gemelas
de copas de vino que se repiten y se reflejan.

La tarjeta con su nombre está en el asiento al que la hubiese cambiado, si fuera ese tipo de
invitada, ese tipo de persona.

Entabla una conversación con una belleza alta que no tiene la edad suficiente para estar en
esta fiesta.
En vez de confesar –no tengo la menor idea qué hacer con mi vida- como ella quizás
hubiese, seguramente había hecho, la joven dice encarecida, casi indulgentemente, -Estoy
buscando la forma de expresarme.
-¿Qué es lo que más te apasiona? –pregunta, ofreciendo su único consejo.
-Allí está –llega la respuesta. –Allí es dónde me están llevando mis investigaciones en estos
momentos.
Una sonrisa brilla y desvanece cuando se les llama a la mesa.

Descubre, al conversar, que una lógica fluida y ordenada se desliza por su lengua en
perfectas frases razonables. El futuro Nobel a su derecha asiente, con aire pensativo.

Ruby Tuesday suena en el rincón despejado para el baile cuando ella finalmente se levanta.
Las parejas se juntan, se envuelven con los brazos. El Rockero desabotona, luego abandona
su camisa.
Le siguen el ejemplo tres hombres de mediana edad.

Ella está quieta, sentada en la oscuridad de la galería mientras la lluvia da a la madrugada
un final libre de ironía. No está agachada potando en la cuneta.
Está sentada en el sillón de la artista -apenas se da cuenta cuando la cabeza empieza a
recostarse en un fundido a negro- diciendo sí que quiero Sí.

   --- junio 2012 ---

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