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Thursday, December 11, 2008

Similar

Waking up as a widow is similar to waking up married, except when you stretch your foot over onto his side of the bed, you meet no resistance. It is completely dissimilar to waking up divorced or single, where all sides are your side of the bed.

Bereavement is similar to the frustration of having misplaced an out-of-print novel you left off at page 264, especially in the way you keep expecting him to turn up again.

The grieving process is similar to the alcoholic’s twelve-step program, except that there is no wagon for you to fall off of, or to jump onto for that matter. And, as any drunk will attest, even when you’ve stopped drinking, you’re never not an alcoholic.



Despertarse siendo viuda es similar a despertarse siendo casada, excepto cuando estiras el pie hacia su lado de la cama no encuentras resistencia. No es nada similar a despertarse siendo divorciada o soltera, cuando todos los lados son tu lado de la cama.

El desamparo es similar a la frustración de haber extraviado una novela fuera de catálogo que has dejado en la página 264, sobre todo en la manera en que esperas que aparezca en cualquier momento.

El proceso del duelo es similar al programa de 12 pasos de los alcohólicos anónimos, aunque no hay andadas por donde volver ni, si es por eso, camino que hacer. Y, como confirmará cualquier borracho, aunque hayas dejado de beber, jamás dejas de ser alcohólico.

Thursday, December 4, 2008

Balloon / El globo

Grammy was the exotic one, the first generation American, the one with the secretive past. She taught us how to swear in Italian without telling us what it meant, thereby outwitting the Catholic guilt she had renounced in favor of her upstanding Protestant home. She told us she used to sing all the popular Italian songs –we begged her to sing O Sole Mio- but that Mom the kid would roll her eyes so she stopped. She told us that she and her sisters spoke in English so that their mother would not understand that they were talking about lipstick and boys, and she said they did not understand their stepfather, who spoke a different dialect. None of those people were real to us, even though somewhere there might be children our age that we could play with, we who had no cousins.
I asked her once where she was from, where her family was from in Italy. We were at the Thanksgiving table, where everyone expected her to repeat what she had been saying forever –who can remember, someplace you never heard about, it wasn’t Naples, thank heavens-. Instead she pronounced the long Italian name that began with an “S”, which I repeated back to her, nodding my head in true collegiate style, but I didn’t write it down, I didn’t look it up, and now it is gone.
I remember sitting on her dark blue couch under the bay window that looked onto the driveway, where we would have cocktails and dip. I would always lift the porcelain top of the cigarette case to make sure there were still Benson & Hedges inside it, although everyone had quit smoking long ago, then I would say to Grammy: “Tell me the story of your life.” She would laugh and pat my hand. “When you were just a little girl,” she would say, “you came to visit, and I hadn’t seen you in so long I said: “so, tell me the story of your life!” And you said: ‘Once upon a time, I was riding with Mommy and Daddy in a balloon and it was red and we flew up over your house. We looked down and saw you. I waved to you and you waved back, and that is the story of my life.’”

http://www.youtube.com/watch?v=ZLiwQRAewNU
(To hear Pavarotti sing O Sole Mio)

Abuelita era la exótica, la Americana de primera generación, la que tenía un pasado secreto. Nos enseñó a decir palabrotas en italiano sin contarnos su significado, y así evitaba la culpa católica a la que había renunciado en favor a la integridad de su hogar protestante. Nos contó que solía cantar todas las canciones populares italianas –le suplicábamos que cantara O Sole Mio- pero que Mamá la niña se oponía tanto que lo dejó de hacer. Nos contó que ella y sus hermanas hablaban en inglés entre sí para que su madre no se diera cuenta de que hablaban de lápices de labios y de chicos, y dijo que ellas no entendían a su padrastro que hablaba un dialecto distinto. Estas personas no nos parecían reales, aunque en algún lugar quizás hubiera niños de nuestra edad con quien jugar nosotros tres, que no teníamos primos.
Una vez le pregunté de dónde venía, de dónde en Italia era su familia. Estábamos alrededor de la mesa en el Día de Acción de Gracias, cuando todo el mundo esperaba que contestara lo de siempre -¿Quién se acuerda? Algún lugar que no conoces. De Nápoles no, gracias a Dios-. Sin embargo pronunció el largo nombre italiano que comenzaba con una ese, que repetí, asintiendo con mi cabeza de entendida universitaria, pero no lo anoté, no lo busqué en el atlas y ahora ha desaparecido.
Recuerdo estar sentada en su sofá azul oscuro, bajo el ventanal que daba al camino lateral, donde tomábamos el aperitivo. Yo solía levantar la tapa de la pitillera de porcelana para comprobar que seguía guardando los Benson & Hedges, aunque todos habían dejado de fumar hacía mucho tiempo, entonces le decía a mi abuelita, -Cuéntame la historia de tu vida-. Ella siempre se reía y me acariciaba la mano. –Cuando no eras más que una niña pequeña,- contaba –viniste de visita, y hacía tanto tiempo que no te había visto que te dije “pues, bien, cuéntame la historia de tu vida”. Y tú me dijiste: “Érase una vez que yo viajaba con Mamá y Papá en un globo que era rojo y pasamos por encima de tu casa. Mirábamos por abajo y yo te veía. Te saludaba con la mano y tú me saludabas también, y ahora te he contado la historia de mi vida”-.

http://www.youtube.com/watch?v=ZLiwQRAewNU
(Para escuchar a Pavarotti cantar O Sole Mio)
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