A suitcase isn't difficult to fill. Knowledge of certain facts are required - destination, duration and season - and certain abilities are handy - placing bubble-wrapped breakables in the middle and shoes sole-side out in the corners. Yet when venturing out into the world -summer camp, college or a home of one's own- it would seem more expedient to pack intangibles. Forethought, hindsight, a trustworthy instinct and a healthy dose of joie de vivre. An ability to overcome fear of the dark, to distinguish mouse patterings from settling beams. A knack with a hammer or a sentence or two for chatting up neighbors.
The more enlightened traveller might pack a workable budget that included a loophole for occasional extravagant behavior and excluded the living-beyond-one's-means repair kit. Instead of deodorant and shampoo, packets for inner strength and perseverance may be tucked into hidden pockets. Sharp edges are padded not by white socks for morning runs, but by spontaneity and unexpected kindnesses. Tiny sewing kits are made superfluous because snags and rips can be stitched up by basic ingenuity and an earnest unravelling of complex situations.
Binoculars? No, rather uncompromised ideals and simple ambitions may be used to study the horizons.
Care ought to be taken to leave no empty spaces for doubt and anguish to settle in, which might leave a place for despair to tear through the fabric during one beastly transfer or another. Instead, the exquisitely filled suitcase, zipped with good humor, is packed with a hug for good luck.
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Llenar una maleta no es difícil. Requiere el conocimiento de ciertos detalles – el destino, la duración, la estación – y conviene tener una cierta destreza– para colocar los objetos frágiles envueltos en papel de burbujas en medio, y los zapatos con las suelas mirando hacia fuera y en las esquinas. Sin embargo, al salir al mundo –de colonias de verano, a la Universidad o hacia un hogar propio- parece más expeditivo hacer la maleta con cosas intangibles. La percepción, el hábito de la reflexión, un instinto fiable y una dosis saludable de joie de vivre. La capacidad de superar el miedo a la oscuridad, para distinguir el repiqueteo de unos ratoncitos en el desván del asentarse de las vigas del tejado. Destreza con un martillo o con una frase o dos para darle palique a los vecinos.
ReplyDeleteUn viajero más ilustrado podría incluir un presupuesto manejable que admitiera una escapatoria para algún comportamiento extravagante mientras excluyera el kit de reparación para el malvivir por encima de los propios medios. En vez de desodorante y champú, se pueden introducir en los bolsillos escondidos la paz interior y la perseverancia. Se acolchan los bordes puntiagudos no con los calcetines deportivos para hacer footing matutino, sino con la espontaneidad y unas bondades inesperados. Acaban siendo superfluos los pequeños juegos de costura porque los rotos y los hilos sueltos pueden arreglarse a través del más puro ingenio y un auténtico desenredo de las situaciones complicadas.
¿Prismáticos? No, mejor unos ideales no comprometidos y unas ambiciones sencillas para estudiar los horizontes.
Hay que procurar no dejar huecos donde poder acomodarse la duda y la angustia, que dejaría lugar a que la desesperación atravesiera la tela en alguna de aquellas bestiales escalas. En cambio, la exquisita preparación de una maleta, que se cierra siempre con buen humor, se hace con un achuchón de buena fortuna.
I enjoyed reading this commentary(?)as I feel it speaks to me as it will to many. I feel as if it captures that companion thought that comes along with us through our experiences.Good going Kymm. A modern day Shakespeare here?
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