Entradas con "Translation" disponen de versión castellana.

Friday, February 27, 2009

Instinct / Instinto

Instinct is what makes you go out on the prowl when the March wind warms up and then dies down to make way for Spring and her possibilities. The prowl does not necessarily mean skulking around in alleyways waiting to jump the first available set of bones that ambles by, as it can also mean staking out the one set of bones that something way down deep inside tells you is going to be worth whatever effort you will be putting into it. That is why you make plans for the other weekend (when you will be free to go out on the town with no babysitter to pay and no hour to get in) so you can call him, because he lives alone and all his friends have partners and isn’t it tiring to always be going out with a roomful of couples? To which he says, no, because that is the kind of thing he says, but he also says, yes, he’ll do a good deed for a stressed out divorced mother and he tells you where to meet him at 9 on that Friday night. (You can walk by that bar now and glance in and smile.)
Instinct is what leads you to rush in out of breath to tell him all the small details of the places you visited in Valencia the week before, because you paid attention, knowing that his mother is from Valencia. He stands tall and close, smiling and bright-eyed with a tinge of red warming his cheeks as you drink glasses of beer and pick at bravas and chipirones. He is achingly handsome, and he is kind, and that is why you feel safe and it is also why you are surprised and even flustered when you discover he is teasing you, just short of making fun of you, and that is why the soft jab you were aiming at his shoulder turns into a gentle press of your fingers against his upper arm as he leans even more gently into your touch. (You still feel the warm, rough sleeve of the white corduroy shirt that hangs in the closet.)
Instinct is what makes you look long into his eyes, unembarrassed to hold his gaze, to search out the depth and breadth of color, sparkle and mystery there while your mouths move, leading your voices out and along into the night that mixes with Creedence in a crowded, cramped bar where there are only the two of you, as there always ever are, until suddenly it’s 3 am and they are closing, actually asking you to leave, and you are old enough to know better, but his eyes hold so much discovery, so little deception, and all you ever want to do is listen to him talk about how Catholicism hampered his relationship to women and hold his soft gaze just a little while longer. (Now you inevitably look straight into other people’s eyes, and that’s a good thing, even though his eyes are irreplaceable.)Instinct makes you sit quietly next to him on his long low couch, where you share a beer and sit so close in one corner of it you are almost inseparable and you smile and giggle a bit drunkenly, but not too much, and he encircles your knee with his big hand, his long fingers tightening as he pulls himself up to stand before offering you one more time to stay – in the guest room, he means, he’s so catholically hampered and such the gentleman - and you have no intention of staying in his guestroom anyway, so you haul yourself up after him and he walks you down to your car and makes you back out of his one-way street to catch the proper road home and it’s almost dawn and mid-April cold and he’s in his shirt sleeves and even though you’ve pressed both cheeks as one does here in Spain you roll down the window and smile up at him and he walks up to the door and you say, okay, give me another kiss and I’m off, and he bends his long frame down to your open window and gently, breathlessly presses his lips softly, chastely, briefly to yours and then straightens his long frame and says, drive carefully. (What you wouldn’t give to ask him now what he was thinking.)


El instinto es lo que te empuja a salir de caza cuando el viento de marzo se calienta y luego amaina para dejar paso a la primavera y sus posibilidades. La caza no significa necesariamente agazaparte en una callejuela para asaltar al primero que pasa por delante, ya que puede significar ir a por uno en particular que algo muy dentro de ti te dice que va a merecer cualquier esfuerzo que tengas que hacer. Es por eso que haces planes para el otro fin de semana (cuando estarás libre para salir sin tener que pagar ningún canguro ni volver a ninguna hora) para poder llamarlo, porque vive solo y todos sus amigos tienen pareja y ¿no es cansado salir siempre con montones de parejas? a lo que contesta que no, porque es el tipo de respuesta que suele dar, pero también contesta que sí, complacerá a una estresada madre divorciada y te dice dónde quedar a las nueve ese viernes. (Puedes pasar por delante de ese bar ahora, echar un vistazo dentro y sonreír.)
El instinto es lo que te impulsa a entrar corriendo y sin aliento para contarle todos los pequeños detalles de los lugares que visitaste en Valencia la semana anterior, porque te fijaste, sabiendo que su madre es valenciana. Él está de pie, alto y cerca, sonriente, con los ojos brillantes, y un toque de rojizo le calienta las mejillas mientras tomáis cañas y picáis bravas y chipirones. Es de un guapo subido, y es la amabilidad en persona, y por eso te sientes segura y es por eso también que te sorprende, incluso te desconcierta cuando descubres que te está tomando el pelo, casi riéndose de ti, y es por eso que el pequeño puñetazo que le ibas a dar en el hombro se convierte en un suave apretar de tus dedos contra su brazo mientras él se inclina imperceptiblemente hacia tu mano. (Aún sientes la áspera calidez de la manga de la camisa de pana blanca que cuelga en el armario.)El instinto es lo que hace que le mires profundamente a los ojos, descaradamente y sin soltar la mirada, averiguando lo profundo y amplio de su color, su brillo y el misterio allí guardado mientras se mueven vuestras bocas, guiando vuestras voces a lo largo de la noche que se mezcla con Creedence en un bar estrechamente abarrotado donde sólo estáis vosotros dos, como siempre sólo hay dos, hasta que sean las tres de la madrugada y están cerrando, teniendo que pediros que os marchéis y eso que ya tenéis edad, a estas alturas, pero sus ojos ofrecen tanto descubrimiento, tan poco engaño, y lo único que quieres hacer para siempre es escucharle conversar -de la manera en que el catolicismo ofuscó sus relaciones con las mujeres- y mantener su suave mirada un ratito más. (Ahora, inevitablemente miras directamente a los ojos de la gente, y eso es bueno, aunque sus ojos son irreemplazables.)
El instinto hace que estés quieta, sentada a su lado en su sofá largo y bajo, compartiendo una cerveza y el rinconcito, tan cerca el uno al otro que parecéis inseparables. Sonreís y estáis con la risa floja y algo borrachines, pero no demasiado, y él envuelve tu rodilla con su mano grande, sus largos dedos aprietan al levantarse antes de ofrecerte una vez más su habitación de invitados –su ofuscamiento católico y su caballerosidad le hacen así- y no tienes la menor intención de dormir en su habitación de invitados, así que te levantas detrás de él y te acompaña a tu coche y te guía para salir marcha atrás de su calle hasta encaminarte en la dirección correcta hacia tu casa y es casi el alba con ese frío de mediados de abril y está en mangas de camisa y aunque ya os habéis dado dos besos como es la costumbre aquí tú bajas la ventanilla y le sonríes y él se acerca a la puerta y le dices, vale, dame otro beso y me voy, y se dobla su larga espalda hasta tu ventana abierta y tiernamente sin respirar aprieta sus labios suave, casta y brevemente contra los tuyos y luego se endereza de nuevo su larga espalda y dice, ves con cuidado. (Cuánto darías por poder preguntarle ahora en qué pensaba.)

1 comment:

  1. Ahora SI, ya lo he leido a conciencia y claro.... he llorado, que esperabas de mi ???

    Intimo y personal, pero plasmado de una manera tan bella...

    ReplyDelete

Copyright © 2008-2024 Kymm Coveney - All rights reserved.