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Thursday, November 20, 2008

Pretend (NaNoWriMo novel excerpt)

Despite stepping optimistically into the shower, Karen was immediately disappointed. She’d been focussed on the decorating aspect of the missing shower curtain, and had entirely forgotten that it also served to keep water inside the shower area and, more importantly, off the bathroom floor. There would be no head-soaking, water-massaging shower such as she had anticipated. Relegated to hostel-style, one-handed bathing while holding the shower head and maneovering it with her other hand, Karen was in the midst of resigning herself into conformity when it occurred to her that the whole thing felt weird. She felt weird, the shower felt weird. The house felt strange, as did the light, the time of day, and even her body seemed just different enough to make it feel as though she may have become someone else. Karen sprayed water on her face and thought about this. What if all that she was doing, all the plans she had made and was continuing to make, the careful selection of house wares and wares for the soul, what if it was all not suitable for her? What if what she was doing was pretending to be someone else, taking someone’s name, hair color, accent, and then filling in the rest with what she thought this other person would want? If she pretended to be someone named, say, Bernadette, how would that be different from what she was trying to do now? Karen turned off the water and energetically shampooed her hair, scrubbing as if she were trying to shake her ideas to the surface.
Wasn’t a person just the way she was and that was it? Maybe what changed was nothing more than her circumstances. A person only seemed to change because of the way she reflected back her new circumstances. Maybe all the changes a person claimed as her own were merely adjustments made to fit those changed circumstances? Joe used to say that people didn’t change, they just became more intently themselves. If that was true, and Karen was trying to be less intently herself and more like someone she didn’t even know yet, wasn’t that just an elegant form of dress-up, a game of let’s pretend, like Hannah had played with her little friends in Karen’s old room, raiding her closet the way Karen and her friends had done with her own mother’s things?
Karen rinsed off the hair that, yes, she had dyed far enough off her natural color as to make her not quite herself. Was that too only another attempt to hide, just another pretence? That couldn’t be! she railed. I am not pretending! She was so incensed she said it out loud, under cover of running water: “I’m not pretending!” That felt good, so she took a breath, ran the water over her face and said it just a little bit louder: “I am not pretending!” And of course that horrid voice that always piped in when she overstepped her childhood boundaries of propriety and good breeding began its litany. ‘methinks the lady doth protest overmuch’ and –in an appalling change in register- ‘she who smelt it dealt it’ –which, since it sounded so completely inappropriate, she covered over with the classic “if the shoe fits, wear it”, only to end up, as she always did, with Joe intoning (although other times it was Joe laughing) “We don’t change. We just become more annoying versions of ourselves”.
Karen turned the water off again to soap up the body that was undeniably still hers, only more so. She chuckled to think that she hardly remembered what she used to look like when she was young and lithe. Good ole Tommy, her high school boyfriend, probably remembered what her breasts used to look like better than she did. Her body and whether or not it lived up to expectations was never a matter for much concern, other than while she was reciting the oh-so-repetitive prayer of adolescence ‘god I hope they grow, god I hope they grow’ and during the stultifying onset of her period. Otherwise, Karen was hard-pressed to understand cosmetic surgery –forget about scalpels- but maybe that just meant she was as normal looking as they come.
Karen ran the water one last time and all thought halted as she concentrated on rinsing her body off without flooding the bathroom in the process. Not by nature a multi-tasker, she leaned more toward the ‘walk first, then chew gum’ school of thought. She marvelled at people like Adele who seemed to effortlessly juggle all the pieces of her life, pulling off each endeavour with flair and no small amount of pleasure. It might be nice to be able to do all that, thought Karen, although it seemed to entail an insurmountably greater amount of energy than she was prepared to exert in order to do so. She much preferred being the appreciative beneficiary of the fruits of Adele’s ineradicable energy.

2 comments:

  1. A pesar de haberse introducido en la ducha con optimismo, Karen se llevó un chasco enseguida. Se había concentrado tanto en el aspecto decorativo de la cortina de baño que faltaba que se había olvidado por completo de que, además, servía para mantener el agua dentro de la zona de ducha y, lo que era más importante, lejos del suelo del baño. Ya no podría abandonarse al masaje acuático, tal y como se había planteado. Resignada a lavarse al estilo hostal, con una mano, mientras aguantaba y movía el cabezal con la otra, Karen estaba inmersa en el acto de conformarse cuando se le ocurrió que todo le resultaba extraño. Se sentía extraña, la ducha era extraña. La casa parecía rara, al igual que la luz, la hora del día, incluso su cuerpo le parecía lo suficientemente diferente como para hacerle pensar que quizás se había convertido en otra persona. Karen se enjuagó la cara con el chorro de agua mientras lo iba considerando. ¿Y si todo lo que hacía, si todos los planes que había hecho y que seguía haciendo, la cuidadosa selección de utensilios domésticos y utensilios para el alma no le resultaban apropiados? ¿Si lo que hacía no era más que fingir ser otra, tomar el nombre de otra, su color de pelo, su acento, y luego rellenaba lo demás con lo que, según ella, esa otra persona querría? Si fingía ser alguien llamado, digamos Bernadette, ¿en qué se diferenciaría de lo que intentaba hacer ahora? Karen apagó el agua y enjabonó su cabello enérgicamente, frotando como si intentara despegar las ideas y traerlas a la superficie.
    Una persona, ¿no era cómo era y ya está? Quizás fueran sus circunstancias las que cambiaban. Una persona sólo parece cambiar en la manera en que refleja sus nuevas circunstancias. Quizás todos los cambios que una persona reclama como suyos no son más que ajustes hechos para acoplarse a esas circunstancias cambiadas? Joe solía decir que la gente no cambia, sólo se vuelve más intensamente ella misma. Si fuera verdad, y si Karen estaba intentando ser ella misma con menos intensidad -y más como alguien que ni siquiera conocía- ¿no acababa siendo una forma elegante de jugar a los disfraces, a fingir ser otra, igual que Hannah cuando jugaba con sus amiguitas en la habitación de Karen, invadiendo su armario y al igual que Karen había hecho con las cosas de su propia madre?
    Karen enjuagó el cabello que, sí, había coloreado con un tinte lo suficientemente distinto de su color natural como para que no pareciera del todo ella misma. ¿No era ésta otra manera más de esconderse, sólo otra manera de fingir? ¡No puede ser! protestó. ¡No estoy fingiendo! Le daba tanta rabia que lo dijo en voz alta, disimulando con el sonido del agua que corría: “¡No estoy fingiendo!” Le sentó bien, así que tomó aire, dejo caer el agua por su cara y lo dijo algo más fuerte: “¡No estoy fingiendo!” Y por supuesto surgió aquella voz horrenda, como siempre que se salía de las límites del decoro y la buena educación, con su letanía de ‘paréceme que la dama protesta en demasía’ y –en un cambio espantoso de registro- ‘la que lo olió lo repartió’, el cual, ya que resultaba tan sumamente inadecuado, cubrió por el clásico “quién se pica ajos come”, para acabar, como siempre acababa, con la voz de Joe recitando (aunque otras veces lo decía riendo) “No cambiamos. Nos limitamos a convertirnos en versiones más coñazos de nosotros mismos”.
    Karen apagó de nuevo el agua para enjabonar el cuerpo que, no podía negarlo, era suyo, en todo caso más suyo. Se regocijó al pensar que apenas recordaba cómo era antes, cuando era joven y ágil. El bueno de Tommy, su novio de instituto, seguramente recordaba mejor que ella misma cómo eran sus tetas de antaño. Nunca le había preocupado mucho si su cuerpo cumplía o no con las expectativas de nadie, a excepción de esa época adolescente en la que recitaba una y otra vez aquello de ‘diós mío espero que crezcan, por favor que crezcan’ o durante el embrutecedor comienzo de la regla. Por lo demás, a Karen le costaba comprender el afán por la cirugía estética –olvídate de los bisturís- pero quizás sólo significaba que el aspecto que tenía era de lo mas normal.
    Karen puso el agua una última vez y paró en seco todo pensamiento mientras se centraba en enjuagarse el cuerpo sin que se inundara el baño. Su naturaleza no era la de una persona capaz de mezclar tareas; se inclinaba más hacia la tendencia filosófica de ‘anda primero, luego mastica’. Le fascinaba la gente como Adele que parecía manejar sin esfuerzo todas las piezas de su vida, superando cada reto con elegancia, a la vez que lo disfrutaba. Sería genial poder hacer todo aquello, pensó Karen, aunque parecía exigir una cantidad de energía inconcebiblemente mayor de la que estaba dispuesta a gastar. Prefería mil veces ser la beneficiaria agradecida de los frutos de la energía inagotable de Adele.

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  2. ¿Esta es la novela por palabras ? Que manera tan sutil de introducir a Deta en la historia. You are de best.

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